martes, 9 de enero de 2018

País Cultural: Teatro Útil y Derechos Humanos


Humberto Robles

TEATRO ÚTIL Y DERECHOS HUMANOS

Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama “matar el tiempo”.
                                                                                             Federico García Lorca

El teatro siempre ha llevado a la escena temas políticos y sociales, desde Lisístrata hasta Incendios, desde Eurípides hasta David Mamet. En cualquiera de sus géneros e independientemente de la historia que nos narre, el escenario ha sido un espacio propicio para el debate, la crítica y la denuncia ya que el teatro es intrínsecamente un acto político, incluso aquel que pretende no serlo como muchas obras-chatarra, musicales u obras posdramáticas; la ausencia de discurso es su postura.

Rodolfo Usigli, Rodolfo Walsh, Vicente Leñero y  Alfonso Sastre, entre muchos otros, fueron más allá de la simple búsqueda estética al considerar al teatro como una verdadera trinchera de lucha y resistencia. Bertolt Brecht opinaba que “el arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma”, por su parte Darío Fo declaró que "La sátira es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos". 

En la segunda mitad del siglo XX, Latinoamérica celebró el triunfo de la revolución cubana y padeció golpes de Estado y brutales dictaduras impuestas. Fue así como muchos hacedores y compañías teatrales se comprometieron con la lucha social y la llevaron a la palestra. Ejemplo de ello son el Teatro del Oprimido de Augusto Boal, el Teatro El Galpón de Uruguay, el movimiento argentino Teatro por la Identidad, la Creación Colectiva desarrollada por el colombiano Enrique Buenaventura, las obras del chileno Juan Radrigán (“el dramaturgo de los marginados”) y el Grupo de Teatro Escambray, ya en la Cuba revolucionaria, entre muchos más.

Mientras tanto, en México y tras el caudillismo revolucionario, el país no sufrió regímenes militares, sin embargo sí vivó lo que Vargas Llosa calificaría como “la dictadura perfecta”, 70 años ininterrumpidos de gobiernos priístas (después de la alternancia, el PRI volvió al poder en 2012). En años recientes la nación ha ido sufriendo una crisis humanitaria sin precedentes en su historia, la cual va en alarmante ascenso. Esta no tiene parangón alguno en la región.  Después de Siria, México es el país más peligroso del mundo. Ocupa el segundo lugar en crímenes por homofobia, siete mujeres en promedio son asesinadas al día; en 17 años suman 110 los periodistas asesinados; desde el inicio de la fallida guerra contra el narcotráfico van más de 120 mil personas asesinadas; ascienden a más de 30 mil los desaparecidos; la tortura, las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones forzadas son habituales a lo largo y ancho de un país que vive una supuesta democracia. Los  derechos humanos no se respeta en lo más mínimo.

Preocupados y comprometidos con su presente, distintos dramaturgos han escrito sobre problemáticas sociales, que van desde la masacre de Tlatelolco de 1968 hasta el fenómeno del narcotráfico. Entre los más destacados se encuentran Rodolfo Usigli, Vicente Leñero, Víctor Hugo Rascón Banda, Gabriela Ynclán, Sabina Berman, Estela Leñero, David Holguín, Antonio Zúñiga, Edgar Álvarez Estrada y Javier Bustillo Zamorano, entre otros.

Por mi parte, el común denominador de mis obras es la crítica social, ya sea en textos para cabaret, comedias o testimoniales. Sobre estas últimas he escrito varias de teatro-documental que han surgido a partir de mi colaboración con organismos de derechos humanos no gubernamentales. Lo más destacado de estas obras, a diferencia de otras que quizás hayan abordado los mismos temas, es que cuentan con testimonios reales que fui recabando o que me fueron proporcionados por organizaciones sociales defensoras de derechos humanos.

Inspirado por Bertolt Brecht, adopté el término “Teatro Útil”, acuñado por él para definir este tipo de propuestas. Brecht hizo un llamado a los hacedores teatrales a fin de escribir y montar obras conforme a las necesidades sociales del momento; incluso advirtió que su existencia podría ser efímera, sin embargo lo vital –para él– era usar el escenario con el propósito de mostrar lo que estaba sucediendo en el presente inmediato.

Fue así como nacieron Mujeres de Arena, la obra sobre el feminicidio sexual sistémico en Ciudad Juárez y una de las obras contemporáneas más representadas en el mundo, la cual  está dedicada al joven estudiante y activista Pável González asesinado en la Ciudad de México. La misma integra textos de Antonio Cerezo Contreras, Denise Dresser, Malú García Andrade, María Hope, Eugenia Muñoz, Marisela Ortiz, Servando Pineda y Juan Ríos Cantú. Este año cumple tres lustros de haber sido escrita y estrenada, y desde entonces a la fecha más de 160 grupos la han escenificado en 16 países de tres continentes. Está traducida a cuatro idiomas, se han realizado cuatro versiones radiofónicas y varios montajes cuentan con el apoyo de Amnistía Internacional.

Las Flores de Atenco surgió a partir de un espectáculo multidisciplinario que se llamó “Mujeres sin miedo: Todas somos Atenco”. Esta obra cuenta con los testimonios de las mujeres torturadas y violadas por elementos policiacos durante la represión de San Salvador Atenco en 2006, operativo ordenado por el entonces gobernador del Estado de México Enrique Peña Nieto. Los testimonios me fueron proporcionados por el subcomandante Marcos quien nos solicitó a algunos creadores realizar el espectáculo original.

Nosotros somos los culpables es una versión dramatizada del libro homónimo escrito por el periodista Diego Enrique Osorno sobre la tragedia de la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, donde 49 bebés murieron calcinados debido a la negligencia y corrupción de los dueños de la estancia infantil y de las autoridades correspondientes.

Sueños interrumpidos aborda el caso de los hermanos Cerezo, quienes fueron torturados y encarcelados por el estado mexicano acusados injustamente de “terrorismo”, entre otros cargos. Un texto que realicé a partir de la convocatoria “Hay que contagiar la rabia” se convirtió en una versión dramatizada que se titula Intervención por Ayotzinapa.

Todas las obras mencionadas están registradas bajo la licencia Copyleft, esto significa que pueden ser montadas por cualquier persona siempre y cuando se respete íntegramente el texto original, no sea con ánimo de lucro y que no se usen para fines de ningún partido político. Los textos pueden descargarse libremente por internet y también se encuentran en la antología de Teatro Documental publicada por la “Editorial Casa Círculo Cultural”.

Las ganancias correspondientes por derechos de autor, de cada puesta en escena y de los libros editados, se destinan en su totalidad a las organizaciones que apoyan las obras y que me proporcionaron los testimonios, tales como “Nuestras Hijas de Regreso a Casa” de Ciudad Juárez, el “Comité Cerezo”, el “Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra” de Atenco y a los grupos que exigen justicia por el caso de la Guardería ABC. Pero más allá de lo económico, el verdadero propósito de las obras es el de convertirse herramientas de denuncia, ya que todos los casos permanecen en la impunidad.

Si bien no creo que el teatro pueda cambiar al mundo, me parece que sirve para llevar a la escena las problemáticas actuales; informar, denunciar, sensibilizar al público y servir de apoyo a organizaciones que luchan contra la indiferencia, negligencia y desdén de los gobernantes. Si el Estado apuesta por el olvido y la impunidad, que el teatro sea útil para la memoria y el reclamo de justicia. Más en estos tiempos de intolerancia, de un sistema económico que nos ha llevado a niveles altísimos de injusticia y desigualdad, de corrupción generalizada y de políticas neoliberales. Es pues indispensable que el teatro tome una postura del lado de los oprimidos y a favor de los más elementales derechos humanos.